Se ha demostrado que la vitamina C y el zinc favorecen la salud inmunitaria en niños y adultos.

Vitamina C

A diferencia de la mayoría de los mamíferos, los humanos no pueden sintetizar la vitamina C a partir de la glucosa. La vitamina C es un poderoso antioxidante soluble en agua cuyas concentraciones más altas las encontramos en leucocitos, ojos, glándulas suprarrenales, pituitaria y cerebro.

Ayuda en la producción y la función de los leucocitos, mejora la motilidad celular, quimiotaxis, fagocitosis e hipersensibilidad de tipo retardado.

La vitamina C puede ayuda a proteger las células del daño de los radicales libres, incluidas las células involucradas en la inmunidad como los neutrófilos y los fagocitos mononucleares.

La vitamina C regenera otros antioxidantes como el alfa tocoferol, y tiene un efecto indirecto positivo sobre la inmunidad. Y elimina las radicales libres de oxígeno y especies de nitrógeno, incluidos los radicales superóxido, hidroxilo, peroxilo y nitróxido, así como las especies reactivas no radicales, como el oxígeno singlete, el peroxinitrito y el hipoclorito.

Zinc

Las concentraciones de zinc en el cuerpo también disminuyen rápidamente durante el estrés y la infección. El zinc es vital para mantener tanto la inmunidad innata como la adquirida; incluso una pequeña deficiencia puede perjudicar numerosos aspectos de la función inmune y puede conducir a una inflamación excesiva.

La proteína NF-kB atrae zinc a las células inmunes que responden más rápido para combatir las infecciones. Una vez dentro, el zinc ralentiza la vía NF-kB y la respuesta inmune, limitando así la inflamación.

La deficiencia de zinc puede afectar la función de la barrera epitelial y reducir la respuesta inmune mediada por células, las células T, la función de los macrófagos, la actividad de las células asesinas naturales y la citotoxicidad dependiente de anticuerpos.

En comparación con los adultos, los niños tienen con un mayor riesgo de deficiencia de zinc.