Se colocan 19 sensores en la superficie de la cabeza y se registra la actividad de las ondas cerebrales en esas áreas. Por lo tanto no es ni invasivo ni doloroso.

De manera similar a otras pruebas de laboratorio, el mapa cerebral compara la actividad con personas de su grupo de edad y haciendo uso de inteligencia artificial, busca diferencias en los patrones neuronales y los distintos núcleos de actividad cerebral.

El proceso de mapeo cerebral detecta si algo es disfuncional o está disregulado. A veces, predominan las ondas poco activas, excesivamente lentas y otras veces están sobreestimuladas, hiperdinámicas.

El cerebro se compone de muchas “redes funcionales” compuestas de neuronas que trabajan juntas en sincronía realizando una función especializada. Con los avances en la neurociencia, podemos ver si las diferentes redes funcionales del cerebro funcionan dentro de los límites normales. Esta tecnología está a la vanguardia en la ciencia.

Son constantes los estudios recientes sobre las redes cerebrales y su función. Por ejemplo, sabemos que hay unas que regulan la atención, la función ejecutiva (organizar, priorizar, administrar el tiempo), la memoria de trabajo, el estado de ánimo, el procesamiento del lenguaje (expresivo y receptivo) y la comprensión de señales sociales no verbales.

Estas diferentes redes se comunican entre sí compartiendo información en milisegundos consiguiendo realizar tareas asociativas complejas. La ausencia de salud funcional se traducirá en problemas de aprendizaje y otros trastornos neuropsiquiátricos.

El mapa cerebral es como una huella dactilar del cerebro. En consecuencia, los protocolos de neurofeedback de cada paciente serán diferentes e individualizados para mejorar su desregulación específica relacionada con los síntomas. Su gran plasticidad es nuestro aliado.