Conoces la sensación, es imposible resistirse. Consiste en abrir la boca seguido de un cierre más rápido.

En el pasado, las personas tenían muchas hipótesis. Ya en el año 400 aC, Hipócrates creía que bostezar eliminaba el mal aire de los pulmones previo a la fiebre. En los siglos XVII y XVIII, los médicos creían que el bostezar aumentaba el oxígeno en la sangre, la presión sanguínea, la frecuencia cardíaca y el flujo sanguíneo. Más recientemente, se llegó al consenso de que el bostezo enfría en el cerebro, de modo que cuando las condiciones ambientales y la temperatura del cerebro aumentan, los episodios de bostezos aumentan. Y por imitación, en un gesto de preparación nos contagiamos del bostezo.