Es conocido el efecto inmunoestimulador de la exposición al sol. La anterior pandemia nos permitió redescubrir algo que conocíamos desde antaño. Existe una relación entre ultravioleta A y mortalidad. https://onlinelibrary.wiley.com/doi/epdf/10.1111/bjd.20093

Uno de los efectos perniciosos de la pandemia ha sido el COVID persistente. El instituto de salud ha invertido hasta mil millones de dólares en su investigación. https://www.statnews.com/2023/04/20/long-covid-nih-billion/

Hasta ahora no son muchos los hallazgos, pero intuímos que la respuesta podría estar en el sol. En concreto en los infrarrojos, cuya capacidad de penetrancia en el organismo es muy alta. Espectros de luz de 750 nm son capaces de penetrar 5 mm, superando la epidermis, dermis y penetrando en la capa subcutánea altamente irrigada y exponiendo así al sistema de defensa endovascular a dicha radiación. https://www.researchgate.net/figure/Fig-3-Penetration-depth-of-light-into-tissue-according-to-its-wavelength_fig3_282040732

Dicha exposición a la fotobiomodulación mejora la respuesta citoquina, mejorando así la respuesta frente al virus COVID. https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC9304695/pdf/fimmu-13-929837.pdf

Pero los estudios han demostrado que la exposición a fotobiomodulación mejora la encefalopatía asociada al COVID y la neblina mental secundaria en el COVID persistente. https://www.brainstimjrnl.com/article/S1935-861X(21)00235-7/fulltext

Exposiciones entre 760nm y 1400 nm durante 10 minutos en 8 sesiones a 250mW/cm2 en los lóbulos prefrontales laterales y orbitofrontales mejoraron todos los aspectos cognitivos de forma notable.

La comparativa entre exposición corporal total o fotobiomodulación exclusivamente craneal no marcó diferencia.

Recomendamos fervientemente en el COVID persistente con encefalopatía que prueben 8-16 sesiones de fotobiomodulación con nuestros dispositivos.