Nos hacemos eco en la clínica de la preocupación de algunos de ustedes sobre la situación a la que nos enfrentamos, el desasosiego que para muchos puede suponer afrontar la vuelta a la “rutina”.

Primero vino el insominio, luego la ansiedad, la irritabilidad, la rabia, la fatiga y la depresión. Inesperadamente aparecieron las fobias. Fobia a salir al exterior (agorafobia), a los ruidos fuertes (acustifobia), a cruzar la calle (agirofobia), a caminar (ambulofobia), a interaccionar con otras personas (fobia social), a tocar a alguien (hapofobia), contagiar o ser contagioso (tapinofobia).

Si se mantuvieron días, entramos en lo que los médicos llamamos un disbalance autonómico, con un predominio simpático y por ende estrés continuo.

No siempre es lineal, ni progresivo, ni siquiera frecuente. Pero situaciones extremas lo pueden provocar. Personas con vivencias traumáticas, como en el hospital o las residencias estos días, terminan con lo que llamamos un trastorno de estrés postraumático. Es normal sentir miedo, pero no que se establezca como una respuesta a estímulos menores en nuestra vida. Los recuerdos dolorosos, perturbadores se vuelven recurrentes y duraderos en nuestra vida. Estén atentos a los niños, también lo padecen. Busquen actitudes de hipervigilancia, pesadillas, arrebatos de furia, retraimiento, etc.

En ese momento es necesario el apoyo psicológico. Hay muchos psicólogos haciendo videoconferencias. También existen teléfonos gratuitos como el teléfono de la esperanza 976232828 o el de la asociación de terapia gestalt (626796734). Nosotros en la clínica aparte de las videollamadas con la psicóloga clínica o terapia presencial cognitivo conductual o la desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares (EMDR), nos ayudamos de técnicas más modernas como el neurofeedback o en los casos más serios la estimulación magnética transcraneal.

En el domicilio yo recomendaría más que nunca aprender a hacer ejercicios de relajación, meditación o mindfulnes.