La amígdala es una estructura cerebral profunda del tamaño y la forma de una almendra. Se describe comúnmente como un centro para detectar amenazas en el medio ambiente y para procesar el miedo y otras emociones.

Este pequeño nudo de tejido cerebral muestra cuán enredadas están las emociones y el comportamiento social para los humanos.

La amígdala ha sido durante mucho tiempo un foco de investigación sobre el autismo.

Las personas que sufren daños en la amígdala tienen comportamientos sociales que recuerdan el autismo, como evitar el contacto visual y tener dificultades para juzgar las expresiones faciales.

La estructura o función alterada de la amígdala se ha relacionado con casi todas las afecciones neuropsiquiátricas, desde la ansiedad y el trastorno bipolar hasta la esquizofrenia.

Sabemos que anatómicante las amígdalas de los autistas tienen menos neuronas, siendo más pequeñas. Pero no siempre. Dependerá de la edad del paciente. En las personas neurotípicas, la amígdala continúa creciendo hasta la edad adulta. En las personas con autismo, por el contrario, crece más rápido de lo normal en la primera infancia, hasta alrededor de los 12 años, y luego disminuye gradualmente  e incluso tiende a reducirse.

La función disminuida de la amígdala dificulta la capacidad de las personas autistas de prestar atención e interpretar la información social.

Un estudio de 2005 mostró que al evaluar las expresiones faciales, las personas autistas muestran menos activación en su amígdala que los controles. Sin embargo, cuando miran la región de los ojos de una cara, su amígdala se ilumina con más fuerza que la de los controles. De hecho, hay alguna evidencia de que su dificultad para interpretar las emociones puede resultar de una activación excesiva de la amígdala.

Por ejemplo, la amígdala se vincula con el hipocampo para marcar eventos emocionalmente importantes en la memoria, con el tronco encefálico para coordinar las respuestas de lucha o huida a situaciones peligrosas y con el cortex prefrontal para modular y controlar las respuestas emocionales.

Los niños autistas presentan una conectividad más pobre entre estas regiones, siendo peor conectividad a mayores rasgos de autismo. La conectividad alterada de la amígdala es más pronunciada en las niñas que en los niños autistas.

Complicando más el tema, los niños de 3 años con autismo y las niñas (no los niños) con ansiedad tienen una amígdala derecha agrandada. En los niños interviene más el cortex prefrontal en la ansiedad. Si concretamos la subunidad involucrada en la ansiedad y la depresión, habría que hablar del núcleo basolateral de la amígdala.