La medicina convencional ha sostenido durante décadas que el colesterol elevado es el principal culpable de las enfermedades cardíacas. Sin embargo, investigaciones recientes están cuestionando esta teoría, sugiriendo que podríamos estar abordando la salud cardiovascular desde una perspectiva incompleta.

El mito del colesterol

Según investigaciones alternativas, la teoría que vincula directamente el colesterol con las enfermedades cardíacas podría ser imprecisa. Estos estudios señalan que la evidencia que sustenta dicha teoría podría estar influenciada por intereses de las industrias farmacéutica y alimentaria. Un dato revelador es que la placa arterial está compuesta principalmente de tejido de coagulación (87%), no de colesterol como se suele pensar.

Ataques cardíacos: otra perspectiva

Los ataques cardíacos a menudo se producen de manera inesperada, incluso en personas sin diagnóstico previo de enfermedad cardíaca. Muchos casos son causados por coágulos agudos que bloquean completamente una arteria, y no necesariamente por la acumulación gradual de placa. La coagulación es una respuesta natural del organismo ante daños en las arterias, pero cuando el cuerpo no puede reparar estos daños adecuadamente, se forma más placa, desarrollando aterosclerosis.

El papel del agua estructurada

Un concepto fascinante es el del “agua estructurada” o “EZ water” (agua de exclusión), una fase gelificada del agua que se forma en superficies hidrofílicas, como el revestimiento de nuestras arterias. Esta agua especial funciona como una barrera protectora que impide que moléculas grandes, incluidos los lípidos, penetren en las paredes arteriales.

La luz infrarroja juega un papel crucial en la formación de esta agua estructurada. Nuestra vida moderna, principalmente en interiores y con escasa exposición solar (rica en infrarrojos), podría estar contribuyendo al aumento de enfermedades cardiovasculares.

Repensando la función del corazón

Contrario a la visión tradicional del corazón como una simple bomba, nuevas teorías sugieren que actúa más como un “ram hidráulico” que ayuda a mezclar y energizar la sangre. Según esta perspectiva, el principal motor del flujo sanguíneo sería la energía generada por el agua estructurada en las arterias, no solo la fuerza de bombeo del corazón.

Energía y metabolismo

La vida consiste fundamentalmente en capturar energía del entorno para mantener el orden en nuestro organismo. Cuando la energía es insuficiente, el cuerpo comienza a deteriorarse, siendo el revestimiento arterial una de las primeras zonas afectadas.

Investigaciones alternativas cuestionan incluso el papel del ATP como principal moneda energética celular, sugiriendo que la energía podría almacenarse en el agua estructurada, actuando ésta como una verdadera batería biológica.

Recomendaciones

  1. Aumentar la exposición a la luz infrarroja: Pasar más tiempo al aire libre bajo el sol, utilizar saunas infrarrojas y reducir la exposición a luz artificial.
  2. Conectarse con la tierra: La práctica de “grounding” (caminar descalzo sobre la tierra) podría ayudar a mantener la carga eléctrica del cuerpo y beneficiar la salud cardiovascular.
  3. Optimizar la dieta: Enfocarse en alimentos integrales, con énfasis en proteínas de origen animal y grasas saludables para mantener la salud metabólica y promover la producción de agua estructurada.
  4. Reducir factores dañinos: Minimizar la exposición a toxinas ambientales (herbicidas, plásticos) y campos electromagnéticos de dispositivos inalámbricos que podrían afectar el agua estructurada en nuestro organismo.

Conclusión

Estas perspectivas alternativas sobre la salud cardiovascular nos invitan a reconsiderar algunos paradigmas establecidos. Si bien es importante mantener una visión crítica y consultar siempre con profesionales de la salud calificados antes de realizar cambios significativos en nuestros hábitos, estas nuevas teorías abren caminos interesantes para la investigación y el cuidado personal.

La clave podría estar en adoptar un enfoque más holístico que considere no solo los marcadores sanguíneos convencionales, sino también factores como nuestra exposición a la luz natural, conexión con la tierra y calidad de nuestra alimentación.