Los productos químicos (disruptores endocrinos) que alteran las hormonas están en todas partes. Están en nuestros alimentos y en los juguetes con los que juegan nuestros niños. Bisfenol A (BPA) es causa de pubertad precoz, de cáncer, de daño cerebral, de diabetes de problemas cardiacos. Este químico se ha encontrado en la orina del 90% de los estadounidenses. Está en botellas para beber, recipientes de plástico transparente, latas de aluminio, etc. Se forran por dentro con una capa de BPA transparente.

La leche y sus derivados pueden contener hormona de crecimiento rBGH (somatotropina bovina). Las carnes pueden estar hormonazas para su crecimiento más rápido.Los ambientadores, perfumes, detergentes perfumados pueden contener ftalatos. Se trata de un grupo de hidrocarburos utilizados en pintura, cosmética, esmaltes de uñas, pegamentos, etc. Los ftalatos son disruptores hormonales que se sabe que causan defectos de nacimiento, infertilidad y producción reducida de esperma.

Los pesticidas, plaguicidas tienen un efecto disruptor hormonal.

La soja en exceso simula los estrógenos y compiten con las hormonas naturales provocando problemas de reproducción y crecimiento.

Los subproductos fúngicos, micoestrógenos son producidos por mohos del género Fusarium, y pueden suplantar a los estrógenos humanos, hormonas sexuales.

Las dioxinas son quizá las más ubicuas y preocupantes, pues proceden de la combustión de materia orgánica en malas condiciones, que genera estos subproductos altamente contaminantes. Por ejemplo, tras un incendio en un bosque, se produce una alta cantidad de dioxinas que terminan en el suelo, pasan a los acuíferos y de ahí a los mamíferos rumiantes, etc., cuando beben en manantiales o comen hierba, ya que las doxinas pueden posarse en la superficie de las hojas. Las dioxinas se acumulan en las grasas de los animales, principalmente aves y mamíferos, y de ahí pasan a nuestro plato.

Bifenilos policlorados son compuestos químicos orgánicos de apariencia aceitosa que destacan por su resistencia a la presión mecánica así como al calor, por lo que se les emplea en diferentes funciones industriales. El peligro es que acaben en el medio acuático contaminado a peces y moluscos de consumo humano, que los acumulan.

Toda suerte de metales pesados pueden alterar nuestro sistema endocrino y son difíciles de evitar en la dieta. Sustancias como cadmio, mercurio o arsénico pueden estar presentes en el medio ambiente, tienen formas de toxicidad muy concretas con efectos que varían en función de su concentración y suelen acumularse en muchos de los animales que consumimos.

¿Qué hacer?

  • Evitar el consumo de carnes crudas: el calor en muchos casos puede desnaturalizar los disruptores e incluso ayudar a eliminar los metales pesados por pérdida de jugos.
  • Optar por el consumo preferente de vegetales: al menos no abusar de las carnes animales, ya que pueden acumular dioxinas además de metales pesados.
  • Evitar comer frutas y verduras en mal estado: así evitaremos la proliferación de mohos que generen micoestrógenos y aflatoxinas.
  • Lavar bien las frutas y verduras: con el lavado eliminaremos de su superficie tanto los plaguicidas como las dioxinas que se hayan podido posar.
  • No abusar de los pescados azules: con ello evitaremos la ingesta de mercurio.
  • Evita el pescado de granja en la medida de lo posible. La concentración de disruptores es más alta debido a los piensos y la contaminación del medio.
  • No dar segundos usos a las botellas de agua de plástico y así evitar la migración del BPA.
  • Utilizar en el microondas siempre recipientes de vidrio. Evitaremos migraciones de ftalatos o BPA.
  • En caso de usar tápers de plástico en el microondas, seguir las instrucciones de fabricante.
  • Guardar los alimentos en recipientes de vidrio: lo haremos tanto en la despensa como en la nevera