
La superioridad de Concerta radica en su sistema de liberación OROS (Osmotic-controlled Release Oral delivery System). Este no es un simple recubrimiento entérico; es un dispositivo osmótico que simula un “riego por goteo” cerebral de alta precisión. Su acción bifásica es la clave de su perfil de eficacia. La capa externa, que contiene un 22% de la dosis, se disuelve rápidamente, proporcionando un pico plasmático inicial que permite al paciente “arrancar” su jornada con la función ejecutiva ya modulada.
Posteriormente, el núcleo de la cápsula, una membrana semipermeable con un orificio de salida perforado por láser, entra en acción. El agua del tracto gastrointestinal penetra por ósmosis, activando un polímero expansivo que actúa como un pistón, empujando el 78% restante del metilfenidato a un ritmo controlado y, crucialmente, ascendente. Este perfil farmacocinético imita la administración secuencial de tres dosis de metilfenidato de liberación inmediata a lo largo del día, manteniendo una concentración terapéutica estable que contrarresta la fatiga vespertina y evita los picos y valles que a menudo desestabilizan a los pacientes.
Una duración de acción de hasta 12 horas exige una gestión clínica estratégica. Los efectos secundarios más comunes, como la supresión del apetito y el insomnio, son una consecuencia directa de la modulación dopaminérgica y noradrenérgica. El efecto anorexígeno puede impactar no solo el almuerzo sino también la merienda, por lo que es imperativo monitorizar el peso y la talla e instruir a la familia en “fortificar” calóricamente el desayuno y la cena. El insomnio, aunque menos frecuente debido al perfil de liberación, requiere una estricta higiene del sueño y, en ocasiones, ajustar la hora de la toma.
Otros efectos adversos a vigilar incluyen cefaleas, dolor abdominal, y en un porcentaje menor de casos, la aparición o empeoramiento de tics, o una marcada labilidad emocional. Es recomendable realizar una evaluación basal que incluya la tensión arterial, la frecuencia cardíaca y un electrocardiograma, con seguimientos periódicos para descartar cualquier impacto cardiovascular.
El efecto de fin de dosis o “aterrizaje” es otra peculiaridad. La caída brusca de la concentración del fármaco puede generar un rebote de irritabilidad e hiperactividad. La solución no es farmacológica, sino conductual: una rutina vespertina estructurada y de baja exigencia que facilite una transición suave.
A pesar de su alta tasa de éxito, que se sitúa en torno al 70-80% en la reducción significativa de los síntomas nucleares del TDAH, hay casos en los que Concerta falla. Las razones son multifactoriales:
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- Dosis inadecuada: la ventana terapéutica del metilfenidato es estrecha. Una dosis subóptima no producirá efecto, mientras que una dosis excesiva puede generar sobreestimulación (ansiedad, agitación) o un “efecto zombi” (aplanamiento afectivo). La titulación cuidadosa es esencial.
- Diagnóstico incorrecto o comorbilidades: si el cuadro clínico está dominado por un trastorno de ansiedad, un trauma o una dificultad específica del aprendizaje, un psicoestimulante puede ser ineficaz o incluso contraproducente. Las comorbilidades no diagnosticadas, como un trastorno del espectro autista o un trastorno del ánimo, pueden enmascarar o alterar la respuesta al tratamiento.
- Metabolismo individual: la variabilidad genética en las enzimas del citocromo p450 puede llevar a que un paciente sea un “metabolizador ultrarrápido”, acortando la duración efectiva del fármaco, o un “metabolizador lento”, aumentando el riesgo de efectos adversos.Intolerancia genuina: un pequeño subgrupo de pacientes muestra una hipersensibilidad al metilfenidato, experimentando efectos adversos significativos incluso a dosis muy bajas, lo que obliga a buscar alternativas terapéuticas como los no estimulantes.
El TDAH es una condición crónica del neurodesarrollo, por lo que el tratamiento se mantiene mientras los beneficios funcionales superen los riesgos. La decisión sobre “hasta cuándo” es individualizada y se basa en la persistencia de la afectación en la vida académica, social y familiar del paciente.
El debate sobre suspender el tratamiento en verano —las llamadas “vacaciones terapéuticas”— es recurrente. A favor, permite una posible recuperación del crecimiento ponderoestatural y una reevaluación de la necesidad del fármaco. En contra, el TDAH no se va de vacaciones; la impulsividad, la inatención y la desregulación emocional persisten y pueden afectar las relaciones familiares y sociales durante el periodo estival. La decisión debe ser consensuada entre el clínico, la familia y, si es posible, el paciente, valorando las exigencias del entorno veraniego (campamentos, estudios, etc.).
Finalmente, la peculiaridad que más tranquilidad aporta a las familias es la “cápsula fantasma”. La carcasa del sistema OROS está diseñada para no ser absorbida. Su composición, que incluye elementos de titanio, le permite resistir el paso por todo el tracto gastrointestinal. Verla en las heces no es un signo de fallo, sino la prueba irrefutable de que el dispositivo ha cumplido su misión de liberar el fármaco. Es el “exoesqueleto” de una obra de ingeniería que ha finalizado su trabajo.