La gripe aviar H5N1 se está posicionando como una nueva amenaza, ya que su brote se ha expandido más allá de las aves de corral para afectar también a mamíferos, como las vacas lecheras en Estados Unidos.

El virus ha ido ganando terreno en múltiples estados, con especial incidencia en Ohio, el segundo productor de huevos del país, e Iowa, el principal productor.

Esta expansión no solo tiene implicaciones en la salud animal, sino también en la producción agropecuaria: en las vacas lecheras, el virus provoca fatiga y una reducción en la producción de leche, mientras que en las aves de corral obliga a sacrificar grandes cantidades de animales para controlar la propagación, lo que afecta la producción de huevos y provoca un aumento en su precio.

En el ámbito humano, se han registrado más de 65 casos en Estados Unidos, la mayoría vinculados al ordeño de vacas infectadas. Los casos graves se asocian principalmente a la transmisión a partir de aves, mientras que aquellos con síntomas leves, como conjuntivitis o síntomas parecidos a los de un resfriado, han surgido tras el contacto con ganado. Además, se reportó el fallecimiento de una persona mayor de 65 años el 6 de enero de 2025, quien contrajo el virus a partir del contacto con un ave de un corral doméstico.

Aunque hasta ahora no se ha evidenciado la transmisión de persona a persona—aún requisito indispensable para considerar una pandemia—existe preocupación por la posibilidad de que el virus mute y adquiera esta capacidad, facilitando así su propagación entre humanos.

Para enfrentar esta situación, se están utilizando tres vacunas tradicionales contra H5N1, basadas en cepas antiguas, y se espera contar con 10 millones de dosis para la primavera, dirigidas especialmente a aquellas personas que están en contacto con aves y ganado. Asimismo, se ha anunciado una inversión de 590 millones de dólares para acelerar el desarrollo de vacunas basadas en tecnología mRNA, lo que no solo podría ser crucial para combatir el H5N1, sino también para estar preparados ante otros virus emergentes.

Desde la perspectiva de la salud, es fundamental implementar diversas estrategias de prevención. La vacunación, junto con medidas adicionales como la exposición moderada al sol y una adecuada gestión de la fiebre—que puede ayudar a potenciar la respuesta inmune innata—resultan esenciales para mitigar el impacto del virus.

Para abordar la amenaza desde diferentes frentes, es necesario tomar medidas tanto en el sector agropecuario como en el ámbito de la salud pública. En las granjas y mataderos se deben reforzar los protocolos de bioseguridad, implementando medidas estrictas para evitar la propagación del virus entre aves y ganado, y realizar una vigilancia continua que permita aislar o eliminar rápidamente los brotes detectados. Por otro lado, en el área de salud pública es crucial mantener una vigilancia epidemiológica cercana, especialmente en las personas con contacto directo con aves y ganado, para detectar de inmediato cualquier cambio en la forma de transmisión, y llevar a cabo campañas de vacunación dirigidas a los grupos de riesgo.

En conjunto, estas acciones buscan contener la expansión del virus, proteger tanto la salud animal como la humana, y prevenir la posibilidad de que se convierta en una amenaza pandémica.