
La disartria es una alteración en la producción motora del habla que dificulta la articulación de las palabras. Es un trastorno neurológico que afecta a la ejecución motora del lenguaje. A diferencia de la afasia, donde el problema reside en la formulación o comprensión del lenguaje, en la disartria la capacidad lingüística está intacta. El paciente sabe lo que quiere decir, pero la maquinaria neuromuscular que produce el sonido no responde correctamente, lo que provoca que “hable raro”.
La disartria es un trastorno neurológico del habla relativamente común, representando aproximadamente el 54% del total de los trastornos adquiridos que afectan a la comunicación oral. Sus causas son variadas y pueden incluir lesiones cerebrales traumáticas, accidentes cerebrovasculares (ACV), tumores cerebrales e infecciones. De hecho, se estima que aproximadamente el 60% de los pacientes que han sufrido un ACV presentan alguna alteración del habla y el lenguaje. También puede ser una manifestación de enfermedades neurodegenerativas como la enfermedad de Parkinson, la esclerosis lateral amiotrófica (ELA) y la enfermedad de Huntington, o de enfermedades neuromusculares como la miastenia gravis.
El curso de la disartria puede ser muy variable: puede ser un trastorno del desarrollo, como en la parálisis cerebral; regresivo, mejorando en las primeras etapas después de un traumatismo o un ACV; estable, como en la parálisis cerebral en adultos; o progresivo, como se observa en las enfermedades degenerativas.
La producción del habla es un proceso increíblemente complejo que requiere la coordinación precisa de múltiples áreas del sistema nervioso. Desde la corteza motora primaria, que da la orden inicial, hasta el sistema extrapiramidal (ganglios basales y cerebelo), que modula y refina el movimiento. La señal viaja a través de los pares craneales (V, VII, IX, X y XII) hasta la unión neuromuscular para activar los músculos orofaríngeos responsables de la articulación. Una lesión en cualquiera de estos puntos puede desencadenar una disartria.
Tipos de disartria
Aunque en la práctica clínica la disartria mixta es la más habitual, su clasificación académica nos ayuda a entender su origen. La disartria espástica, por afectación de la vía piramidal, produce un habla forzada y lenta, típica de la ELA o la esclerosis múltiple. Por otro lado, las alteraciones del sistema extrapiramidal dan lugar a las disartrias hipocinética e hipercinética. La primera, característica del Parkinson, se manifiesta con un habla monótona y de baja intensidad, mientras que la segunda, vista en el Huntington, es irregular e impredecible. La disartria flácida ocurre por una lesión en la segunda motoneurona, como en el síndrome de Guillain-Barré, causando una voz soplada e hipernasal. Finalmente, la disartria atáxica, por daño en el cerebelo, se reconoce por un habla “explosiva”, con un ritmo y una acentuación irregulares.
Diagnóstico
El estudio de un paciente con disartria exige un enfoque sistemático. El primer paso es siempre descartar causas no neurológicas mediante una exploración de la cavidad bucal. Una vez se confirma la sospecha neurológica, la cronología de la aparición del síntoma es la clave para orientar el diagnóstico.
Un inicio agudo debe hacer pensar inmediatamente en un ictus, incluso si la disartria es el único síntoma. Si el curso es fluctuante, apareciendo y desapareciendo, la miastenia gravis es la principal sospechosa, sobre todo si empeora con el uso de la voz. Una progresión rápida en días o semanas orienta hacia polineuropatías como el síndrome de Guillain-Barré. Finalmente, una instauración lenta y progresiva durante meses o años abre un abanico más amplio de posibilidades, donde se debe sospechar de una enfermedad de motoneurona como la ELA u otros procesos degenerativos o tumorales.
Tratamiento y rehabilitación
El manejo de la disartria se centra tanto en la causa subyacente como en la rehabilitación del habla a través de un logopeda o fonoaudiólogo. El objetivo principal es mejorar la inteligibilidad y la eficacia de la comunicación. El tratamiento es altamente individualizado, empleando una combinación de estrategias. La terapia del habla se enfoca en mejorar la articulación y la fuerza muscular mediante ejercicios específicos. Se enseñan técnicas compensatorias como hablar más despacio o exagerar los movimientos de la boca. Los ejercicios de respiración son fundamentales para un soporte aéreo adecuado. En los casos más severos, los dispositivos de comunicación aumentativa y alternativa se convierten en herramientas valiosas para mantener la capacidad de comunicación del paciente. El tratamiento de la condición médica de base, como los fármacos para el Parkinson o la miastenia gravis, o el ajuste de medicamentos que puedan causarla como efecto secundario, también puede mejorar significativamente el habla.
En la búsqueda de optimizar la recuperación, la Estimulación Magnética Transcraneal (EMT) se perfila como una técnica de neuromodulación no invasiva prometedora. Utiliza pulsos magnéticos para modificar la actividad de áreas cerebrales específicas implicadas en el habla, actuando directamente sobre la neuroplasticidad, la capacidad del cerebro para reorganizarse tras una lesión.
La evidencia, es alentadora, especialmente en la disartria post-ictus, donde se ha observado que la combinación de EMT y terapia puede mejorar los resultados funcionales de la articulación y la velocidad del habla de forma más significativa que la terapia por sí sola.