
Cada día interactuamos con el plástico de innumerables formas. Está en nuestros envases de alimentos, en la ropa que vestimos, en los coches que conducimos y en los cosméticos que usamos. Pero este material, tan útil en nuestra vida diaria, se está convirtiendo en un problema de salud global a medida que se descompone en partículas diminutas que invaden el medio ambiente y, finalmente, nuestro propio cuerpo.
La producción mundial de plásticos ha experimentado un crecimiento exponencial, y se proyecta que siga aumentando. Estos materiales, derivados en su mayoría del petróleo, no desaparecen, sino que se fragmentan en piezas cada vez más pequeñas conocidas como microplásticos.
¿Qué son los microplásticos y por qué son peligrosos?
Los microplásticos son partículas de plástico de forma irregular con un diámetro inferior a 5 milímetros. Pueden ser incluso más pequeños, llegando a la escala de nanoplásticos (menos de 0.1 micrones), lo que les permite entrar fácilmente en el cuerpo humano a través de dos vías principales: inhalación e ingestión.
El peligro no reside solo en el plástico en sí, sino también en los miles de productos químicos asociados a él. Varios grupos de estos químicos son motivo de gran preocupación por su toxicidad. Entre ellos se encuentran los retardantes de llama (PFAS), ftalatos, utilizados para ablandar plásticos, como los de las botellas de agua, y conocidos disruptores endocrinos y los fenoles y estabilizadores uv.
Los microplásticos actúan como vehículos para otros contaminantes. Su superficie rugosa puede “atrapar” y transportar toxinas ambientales, introduciéndolas en nuestro organismo. Este fenómeno, conocido como el efecto “corona” o “halo“, significa que no solo nos exponemos a los químicos del plástico, sino también a otras sustancias peligrosas que se adhieren a él. Varios ejemplos son los hidrocarburos aromáticos policíclicos, carcinógenos presentes en el humo del tabaco y los combustibles fósiles, y los siempre temidos metales pesados, como el plomo y el arsénico.
La investigación ha confirmado la presencia de microplásticos en prácticamente todos los rincones del cuerpo humano. Se han encontrado en los pulmones, la sangre, el hígado, los riñones, el colon e incluso en órganos protegidos como el cerebro, los testículos y la placenta. También se han detectado en la leche materna y en las heces infantiles.
Aunque la investigación se encuentra en una fase inicial, estudios recientes empiezan a dibujar una imagen alarmante de sus posibles efectos en la salud:
- Salud cardiovascular: un estudio histórico publicado en una prestigiosa revista médica encontró una correlación impactante. Pacientes con microplásticos y nanoplásticos en las placas de ateroma de su arteria carótida tenían un riesgo sustancialmente mayor de sufrir un infarto, un ictus o morir en un periodo de seguimiento de varios meses. Más de la mitad de los pacientes estudiados presentaban estas partículas en sus arterias.
- Salud neurológica: otra investigación detectó concentraciones más altas de microplásticos en el tejido cerebral de autopsias de personas que padecieron demencia. Esto sugiere que las partículas pueden cruzar la barrera hematoencefálica, una membrana que protege al cerebro de sustancias tóxicas.
Es crucial subrayar que la presencia de estas partículas no prueba una relación directa de causa y efecto con las enfermedades. Sin embargo, estos hallazgos son una señal de advertencia contundente que exige una investigación más profunda y urgente.
A nivel internacional, se están dando pasos importantes. El convenio de Basilea ya regula el movimiento transfronterizo de residuos plásticos. Además, las naciones unidas están negociando un tratado mundial sobre plásticos, un acuerdo legalmente vinculante para combatir la contaminación plástica en todo su ciclo de vida.
En conclusión, aunque la situación es grave, no es insuperable. Los problemas creados por la humanidad pueden ser resueltos por la humanidad a través de la innovación, la cooperación internacional y un cambio de conciencia. La lucha contra la contaminación por plásticos es una responsabilidad compartida que debemos asumir por nuestra salud y la del planeta.