La piedra angular en el abordaje del dolor crónico mediante la medicina regenerativa es un diagnóstico preciso y exhaustivo, un enfoque que se posiciona como una alternativa fundamental al manejo del dolor con opioides.

A diferencia de los opioides, que simplemente enmascaran la percepción del dolor a nivel del sistema nervioso central sin abordar la causa subyacente y con un alto riesgo de dependencia, tolerancia y efectos adversos, el enfoque regenerativo busca la resolución del problema en su origen. Antes de aplicar cualquier tratamiento, es imperativo identificar el tejido específico que origina el dolor.

No es posible tratar eficazmente una lumbalgia o un dolor de hombro sin discernir si el origen es un ligamento, un nervio, un disco o una articulación. El nuevo enfoque busca la reparación tisular y la modulación de la inflamación, ofreciendo una solución que va más allá de la simple supresión de síntomas.

El BPC-157 se considera un péptido fundamental para casi todos los pacientes con dolor, ya que un alto porcentaje, entre el 70-80%, experimenta una mejoría significativa solo con su uso. Es crucial desmitificar la idea de que la vía oral es exclusivamente para el sistema gastrointestinal y la inyectable para las articulaciones; la evidencia clínica demuestra que ambas vías son sistémicamente eficaces. Se prefiere la vía oral por conveniencia y seguridad, administrando dosis de 500 mcg una vez al día. El efecto principal del BPC-157 es la mejora del dolor y la función al promover la curación, no la regeneración de tejido crónicamente dañado, pero es un soporte excepcional en lesiones agudas y tras procedimientos regenerativos, reduciendo o eliminando la necesidad de opioides.

La Timosina Beta 4 (TB4) es la indicación principal para el tejido cicatricial y la fibrosis, ayudando a modular su formación y apoyando la migración de células madre; es crucial utilizar la molécula completa de TB4, no fragmentos menos efectivos como el TB-500. Cuando el objetivo es estimular la síntesis de colágeno en tendones y ligamentos, el GHK-Cu (péptido de cobre) es la elección, administrado de forma inyectable y combinado con cofactores como la Vitamina C. Para un apoyo general a la reparación de tejidos, se utilizan secretagogos de la hormona del crecimiento, siendo la combinación CJC-1295/ipamorelin la preferida por su perfil de seguridad. Una herramienta muy específica es el pentosan polisulfato (PPS), de gran eficacia para tratar el edema de médula ósea asociado a la osteoartritis mediante inyección subcutánea.

Los péptidos a menudo actúan en sinergia con procedimientos regenerativos inyectables de mayor potencia, como el plasma rico en plaquetas (PRP) y la terapia con células madre autólogas. Es importante señalar que las células madre actúan principalmente como células señalizadoras, orquestando una respuesta de curación. El éxito de estas intervenciones se magnifica mediante un protocolo de apoyo pre y post-procedimiento.

Antes del procedimiento, se puede utilizar rapamicina a dosis bajas para optimizar el entorno inmune. Inmediatamente después, se administra una dosis de carga de péptidos, como BPC-157 y TB4, para maximizar la respuesta curativa. Este enfoque se complementa con altas dosis de vitamina C, aminoácidos, colágeno y aceite de pescado, junto con mediadores pro-resolución (SPMs) para modular la inflamación.