La orientación sexual humana es un rasgo complejo y multifactorial. Si bien los factores culturales y sociales modulan su expresión, existe un consenso científico creciente, respaldado por décadas de investigación, de que sus fundamentos son predominantemente biológicos.

No se trata de una elección, sino del resultado de una interacción compleja entre factores genéticos, hormonales, neuroanatómicos y epigenéticos que se manifiestan durante el desarrollo prenatal.

Diferenciación sexual del cerebro y el papel hormonal

El desarrollo de un individuo sigue la hipótesis organizacional-activacional de las hormonas. Durante periodos críticos del desarrollo prenatal, las hormonas sexuales organizan el cerebro de forma permanente, estableciendo patrones neuronales que más tarde, en la pubertad, serán activados por esas mismas hormonas, influyendo en la conducta.

Hasta aproximadamente la sexta semana de gestación, las gónadas del embrión son indiferenciadas. La activación del gen SRY (sex-determining region y) en el cromosoma y induce la diferenciación de estas gónadas en testículos, que comienzan a producir andrógenos, principalmente testosterona. En ausencia del gen sry, las gónadas se desarrollan como ovarios.

La testosterona fetal ejerce un efecto masculinizante no solo en los genitales, sino también en el cerebro. Crucialmente, dentro de las neuronas de regiones cerebrales específicas, la enzima aromatasa convierte la testosterona en estradiol!!!, y es este estradiol el que lleva a cabo la masculinización cerebral.

Existen dos picos críticos de exposición hormonal: uno prenatal (entre la semana 8 y 24 de gestación) y otro postnatal (en los primeros meses de vida).

La hipótesis predominante es que la orientación sexual en hombres homosexuales podría estar asociada a una menor exposición a andrógenos durante estos periodos críticos, y en mujeres homosexuales a una mayor exposición, resultando en una organización cerebral atípica para su sexo cromosómico.

La clave es la proteína alfa-fetoproteína (AFP). En el feto femenino, esta proteína bloquea la entrada de estradiol al cerebro, protegiéndolo de la masculinización. En el feto masculino, la AFP no bloquea la testosterona; esta entra libremente al cerebro y, una vez dentro, se convierte en el estradiol que lo masculiniza. El cerebro fetal femenino está protegido de la masculinización gracias a la alfa-fetoproteína (AFP). Esta proteína se une al estradiol en la sangre, impidiendo que cruce la barrera hematoencefálica y llegue al cerebro. En cambio, la AFP no se une a la testosterona. Por ello, en el feto masculino, la testosterona entra libremente al cerebro donde se convierte en estradiol, ejerciendo su efecto masculinizante desde el interior.

Correlatos neuroanatómicos de la orientación sexual

Los estudios post-mortem y de neuroimagen han revelado diferencias estructurales en el cerebro asociadas a la orientación sexual. El hallazgo seminal fue el de Simón Levay (1991), quien demostró que el tercer núcleo intersticial del hipotálamo anterior (INAH-3), una región implicada en la regulación de la conducta sexual masculina, es significativamente más grande en hombres heterosexuales que en mujeres. El descubrimiento clave fue que en los hombres homosexuales, el tamaño del INAH-3 era indistinguible del de las mujeres.

Investigaciones posteriores han corroborado diferencias en otras áreas sexualmente dimórficas:

  • Comisura anterior: se ha reportado que es más grande en hombres homosexuales y mujeres heterosexuales que en hombres heterosexuales.
  • Núcleo supraquiasmático: también muestra diferencias de tamaño y forma relacionadas con la orientación sexual.

Estas diferencias estructurales, localizadas en regiones establecidas durante el desarrollo temprano, sugieren que la orientación sexual es un rasgo neurobiológico innato y no una consecuencia de la conducta en la vida adulta.

Fundamentos genéticos

La evidencia de que la orientación sexual tiene un componente genético es robusta. Los estudios en gemelos han demostrado consistentemente una mayor tasa de concordancia para la homosexualidad en gemelos monocigóticos (idénticos) que en dicigóticos (fraternos), indicando una heredabilidad significativa.

La búsqueda de genes específicos ha sido compleja. El estudio de Dean Hamer et al. (1993) fue pionero al identificar una posible vinculación con la región cromosómica XQ28 en hombres homosexuales. Aunque su replicación ha sido mixta, abrió la puerta a la investigación genética. Más recientemente, los estudios de asociación del genoma completo (GWAS), como el publicado en Science por Ganna et al. (2019), han analizado el ADN de casi medio millón de personas. Su conclusión fue inequívoca: no existe un único “gen gay”. En cambio, la orientación sexual está influenciada por múltiples variantes genéticas, cada una con un efecto muy pequeño, distribuidas por todo el genoma. Esto confirma que, al igual que otros rasgos complejos como la altura, la orientación sexual tiene una base poligénica.

La hipótesis de la inmunización materna (efecto del orden de nacimiento fraterno)

Uno de los hallazgos demográficos más consistentes es el “efecto del orden de nacimiento fraterno” (fraternal birth order effect), documentado por Ray Blanchard y Anthony Bogaert. Esta teoría postula que la probabilidad de que un hombre sea homosexual aumenta aproximadamente un 33% por cada hermano mayor varón que tenga. La hipótesis biológica subyacente sugiere una reacción inmunológica materna. Con cada embarazo de un feto masculino, la madre puede desarrollar anticuerpos contra proteínas específicas codificadas en el cromosoma y (se ha propuesto la neuroligina 4, nlgn4y, como candidato). Estos anticuerpos podrían atravesar la barrera placentaria en embarazos posteriores y afectar la diferenciación sexual del cerebro del feto, conduciendo a una menor masculinización cerebral sin alterar los genitales.

El papel de la epigenética

La epigenética ofrece un puente entre los genes y el ambiente (en este caso, el ambiente prenatal). Los mecanismos epigenéticos (como la metilación del adn) son “interruptores” que regulan la expresión de los genes sin alterar la secuencia de adn. Rice et al. (2012) propusieron un modelo en el que “epi-marcas” sexualmente antagónicas podrían explicar la homosexualidad. Estas epi-marcas, que normalmente se borran entre generaciones, podrían ocasionalmente transmitirse de un padre a una hija o de una madre a un hijo. Por ejemplo, una epi-marca que protege a un feto femenino de los efectos de la testosterona podría, si se transmite a un hijo varón, hacerlo menos sensible a los andrógenos, influyendo en la masculinización de su cerebro.

Respuesta a estímulos quimiosensoriales (feromonas)

Los estudios de neuroimagen funcional han demostrado que el cerebro responde a feromonas putativas de manera congruente con la orientación sexual, no con el sexo genético. Savic, Berglund y Lindström (2005) mostraron que al oler AND (androstadienona, un derivado de la testosterona presente en el sudor masculino), el hipotálamo anterior se activaba en mujeres heterosexuales y en hombres homosexuales, pero no en hombres heterosexuales. A la inversa, al oler EST (estratetraenol, un compuesto estrogénico encontrado en la orina femenina), el hipotálamo se activaba en hombres heterosexuales. Esto sugiere una organización neuronal innata para la detección de señales de atracción sexual.

Bibliografía científica de referencia

  1. Levay, s. (1991). A difference in hypothalamic structure between heterosexual and homosexual men. Science, 253(5023), 1034-1037.
  2. Ganna, a., et al. (2019). Large-scale gwas reveals insights into the genetic architecture of same-sex sexual behavior. Science, 365(6456), eaat7693.
  3. Blanchard, r., & bogaert, a. F. (1996). Homosexuality in men and number of older brothers. The american journal of psychiatry, 153(1), 27-31.
  4. Hamer, d. H., hu, s., magnuson, v. L., hu, n., & pattatucci, a. M. (1993). A linkage between dna markers on the x chromosome and male sexual orientation. Science, 261(5119), 321-327.
  5. Rice, w. R., friberg, u., & gavrilets, s. (2012). Homosexuality as a consequence of epigenetically canalized sexual development. The quarterly review of biology, 87(4), 343-368.
  6. Savic, i., berglund, h., & lindström, p. (2005). Brain response to putative pheromones in homosexual men. Proceedings of the national academy of sciences, 102(20), 7356-7361.
  7. Garcia-falgueras, a., & swaab, d. F. (2010). Sexual hormones and the brain: an essential alliance for sexual identity and sexual orientation. Endocrine development, 17, 22-35.