
La sinequia vulvar, también denominada coalescencia o adherencia de los labios menores, es una condición adquirida y benigna caracterizada por la fusión de los labios menores en la línea media. Esta unión se produce a través de una fina membrana avascular que puede ocluir parcial o totalmente el introito vaginal y, en casos extensos, el meato uretral. Es fundamental distinguirla de malformaciones congénitas como el himen imperforado o la agenesia vaginal.
Desde el punto de vista epidemiológico, se trata de una de las patologías ginecológicas más frecuentes en la población pediátrica prepuberal. La prevalencia estimada varía en la literatura, situándose generalmente entre el 0.6% y el 5% de las niñas. Presenta un pico de incidencia claro entre los 13 y 23 meses de edad, siendo menos común en neonatas y desapareciendo prácticamente con el inicio de la pubertad.
La fisiopatología de la sinequia vulvar es multifactorial, pero se sustenta en dos pilares fundamentales: el hipoestrogenismo fisiológico y la inflamación local. Tras el nacimiento, los niveles de estrógenos maternos descienden drásticamente, manteniendo al epitelio vulvar en un estado de atrofia relativa durante la infancia. Este epitelio delgado y frágil es susceptible a la irritación. Cualquier factor que genere vulvitis, como la dermatitis del pañal o una higiene agresiva, puede provocar una denudación superficial del epitelio. Durante el proceso de cicatrización, las superficies opuestas de los labios menores pueden fusionarse si se mantienen en aposición.
En la gran mayoría de los casos, más del 80%, la sinequia vulvar es un hallazgo incidental y asintomático durante un examen pediátrico de rutina. Cuando presenta síntomas, estos suelen derivar de la obstrucción que genera, manifestándose como goteo postmiccional, infecciones del tracto urinario recurrentes, vulvovaginitis o disuria en casos de oclusión severa. El diagnóstico es exclusivamente clínico mediante la inspección visual. No se requieren pruebas de imagen ni de laboratorio.
El manejo terapéutico depende de la presencia o no de síntomas. Para las niñas asintomáticas, la recomendación unánime es la vigilancia expectante. Se ha demostrado que una alta proporción de las sinequias se resuelven espontáneamente en el plazo de un año, con una resolución definitiva al llegar la pubertad debido a la producción endógena de estrógenos.
El tratamiento activo se reserva para los casos sintomáticos. La primera línea terapéutica es médica y tópica, siendo los estrógenos conjugados (0.01%) la opción con mayor evidencia y tasas de éxito del 80-90%. Estos inducen la proliferación y cornificación del epitelio, facilitando la lisis de la membrana. Se aplican en una fina capa sobre el rafe de la sinequia durante 2 a 6 semanas. Los efectos adversos, como hiperpigmentación vulvar o telarquia prematura, son locales, transitorios y desaparecen al cesar el tratamiento. Como alternativa, los corticosteroides tópicos de potencia media (ej. Betametasona 0.05%) ofrecen un menor perfil de efectos adversos sistémicos, actuando a través de sus propiedades antiinflamatorias y de atrofia cutánea.
El tratamiento quirúrgico (sinequiolisis) está reservado para el fallo del tratamiento médico o en situaciones de retención urinaria aguda. El procedimiento consiste en la separación de los labios, que puede realizarse manualmente en el consultorio tras la aplicación de un anestésico tópico. En niñas mayores o con adherencias muy gruesas, el procedimiento debe realizarse bajo sedación consciente o anestesia general por un especialista para evitar el trauma. La separación forzada sin anestesia adecuada se considera una mala praxis.
En cuanto a las complicaciones, la más grave, aunque extremadamente rara, es el hematocolpos en la menarquia si la sinequia persiste. El principal problema del tratamiento es la recurrencia, con tasas reportadas de hasta un 11-40%. Para prevenirla, es crucial la aplicación de un emoliente o crema barrera tras la separación y la instrucción a los padres sobre una meticulosa higiene genital, incluyendo la limpieza de adelante hacia atrás y el uso de productos no irritantes.
En conclusión, la sinequia vulvar es una entidad clínica benigna y autolimitada en la mayoría de los casos. El manejo debe ser conservador, con un pronóstico a largo plazo excelente. La clave para un manejo exitoso y la prevención de recurrencias reside en una terapia médica adecuada y en la educación familiar sobre los cuidados locales.